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Una mañana
silenciosa de otoño
caminaba por las mezquinas
orillas del Rock-Creek River
mirando los pájaros adormecidos
en el desgajado ramaje
y las infinitas hojas amarillas
suspendidas del aire,
como pinceladas inertes;
una ardilla
detuvo su huída
en el rugoso declive
de un tronco sobre el río
que apuntaba el otro lado
del cauce;
allí estaba,
confundido en los medios tonos
de la penumbra herida
por unas manchas de sangre;
parecía cansado, su ropa gastada,
debajo del brazo llevaba unas varillas
me sonrió, quiso saber, cómo estás?
extendí mi mano para acariciarlo
pero no pude, se esfumó su rostro
entre las brumas.
Raquel Partnoy
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